lunes, 1 de abril de 2013

Final de Novela en Patagonia - Mempo GIARDINELLI


UNIDAD 1


TEXTO COMPLEMENTARIO


El viaje imaginario (fragmento)….




Me quedo algunas horas escribiendo. Dentro del hotel, con frío afuera y suave calefacción interior, me dedico a pasar mis apuntes al ordenador. No es un trabajo sencillo, porque se trata de verdaderos jeroglíficos que he ido anotando en servilletas, reversos de boletas y facturas, recortes de manteles, bordes de hojas de diario o cuanto papelito suelto he encontrado delante, y sucede que muchas veces no entiendo mi propia letra ni las claves mnemotécnicas que me he inventado, por ejemplo, mientras cebaba mates en el asiento de copiloto. Este proceso puede desesperarme, pero no deja de ser grato cuando descubro que no toda anotación fue inútil. Claro que mientras hago ese traspaso –verdaderas autotraducciones- inexorablemente me pregunto si la labor tiene sentido: por qué trabajo de modo tan caótico y antiprofesional; para qué y para quién escribo lo que escribo y si algún día seré capaz de darme cuenta de que lo que hago no sirve para nada y –lo que será peor- si sabré admitir que a nadie le interese.

Mi respuesta es siempre la misma: que no lo sé, aunque sé que escribo para ser leído. Me resisto a creer que alguien escriba, realmente, para sí mismo, aunque muchos lo proclamen. Descreo de la escritura onanista y pienso que uno siempre tiene lo que llamo un “Lector Ideal Implícito”. Por lo menos yo cuando escribo, como cuando empiezo a fantasear un texto y acumulo ganas y dejo que el deseo crezca dentro de mí, me doy cuenta de que cada texto me impone de antemano un lector identificable. Es como si el texto se fuera pariendo como su lector ideal sugerido: la narración o el poema lo traen incorporado y generalmente sé de quién se trata. Eso me permite imaginar, entonces, que cada vez que escribo, cada página, cada frase, en cierto modo está siendo creada para un lector concreto.

A veces es mi hermana, o un amigo o la mujer de la que estoy enamorado, o un maestro o simplemente el mozo de un bar o la dependienta de una tienda, alguien que he visto sólo unos instantes en algún lugar. Vivos o muertos. Lo que importa es que en el momento de la escritura necesito tener a ese interlocutor de mi lado, a mi lado: preciso imaginar que me presta su oreja para que yo le narre la historia que está naciendo.

Quizá eso se debe a la convicción de que en mis textos lo conversacional debe cumplir siempre una función. Me importa tanto la comunicación con el lector que quizá me ejercito conversándole el texto que escribo, mentalmente, a cualquiera de estos lectores ideales.


Mempo Giardinelli, escritor y periodista, nació en Resistencia, Chaco en 1947, ciudad a la que regresó para radicarse en 1990, después de años de peregrinaje que incluyeron 8 años de exilio en México. Ha publicado La revolución en bicicleta (novela, 1980; Seix Barral, 1996), El cielo con las manos (novela, 1981; Seix Barral 1996), Vidas ejemplares (cuentos, 1982), Luna caliente (Premio Nacional de Novela en México 1983; Seix Barral, 1995), El género negro (ensayo, 1984), entre otras obras. Fundó y dirigió la revista "Puro Cuento" entre 1986 y 1992. Ha publicado artículos, ensayos y cuentos en diarios y revistas de todo el mundo.

Ed. Arte y Literatura. La Habana, 2002.

No hay comentarios:

Publicar un comentario